Maria en
vida estudió todos los medios para secundar los deseos de su Hijo; fue ella la
primera que amó al Sagrado Corazón ¡Cuánto desea que todos nosotros cumplamos
lo que él quiere! en el calvario Maria escuchó la voz llena de compasión de
Jesús moribundo que le traspasó el corazón porque comprendió plenamente su
significado: sitio, tengo sed. Maria
nos revela que esa misma voz sigue saliendo del Sagrado Corazón con respecto a
las almas del purgatorio. Si bien en el
trono de gloria, adorado por los ángeles, amado por los santos, Jesús sigue
teniendo sed. Tengo sed de amor y si la mayor parte de los que se llaman
cristianos poco o nada me aman en la tierra, me aman las almas del purgatorio
¡cuánto deseo recompensarlas! tengo sed ¿quién se ocupa en el mundo de mis
deseos de amor?¿cuántos piensan en los latidos que costó a mi corazón la
redención?¿quién medita en mi sacrificios, en los dolores de mis agonías, en mi
sangre derramada hasta la última gota? solo encuentro frialdad, negligencias,
blasfemias, sacrilegios… pero las almas del
purgatorio me amaron en vida y ahora como hijas agradecidas de mi
corazón me aman todavía más; sitio, tengo
sed de liberarlas.
Tengo sed
de almas que en el cielo me glorifiquen, a cambio de tantos sacrilegios, me
bendigan en vez de tantos indiferentes, me amen en lugar de tanta frialdad
¿quién me ayuda a liberar a las almas del purgatorio? éstas me alabarán
eternamente y mientras podré donarles el premio de sus virtudes, ellas me
consolarán por toda la eternidad. Tengo sed de una oración, de una limosna, de
una misa, de una comunión… y tú, continua Nuestra Señora del Sufragio, ¿vas a
negar una gota de agua al corazón de Jesús? ¿No vas a querer consolar a mi Hijo
y consolarme a mi misma sufragando a aquellas almas?
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