Maria
siempre en acto de ayudar a sus hijas del purgatorio te invita a imitarla, lo
cual resulta muy fácil si lo quieres. No solamente las oraciones, las limosnas,
las misas, las comuniones, las indulgencias sino un Requiem aeternam, una
jaculatoria, un suspiro de amor, una pequeña mortificación, un acto de
paciencia, el soportar a una persona molesta, el abandono a la divina voluntad,
todo padecimiento voluntario o involuntario, el deber según el propio estado,
el mismo dormir, comer, pasear, la acción más humilde de nuestra vida hecha en
gracia de Dios y ofrecida a él con la intención de sufragar a las almas vale
para su liberación. Cada obra nuestra, cada afecto de nuestro corazón, cada
deseo de la voluntad es para el cristiano justo un acto de virtud y por lo
tanto un mérito que se puede ofrecer como sufragio de las almas del purgatorio.
¿Quién no puede hacer ésto? dice la Virgen ¿quién dirá imposible liberar
muchísimas almas con tal que lo quiera? es verdad que tres condiciones son
necesarias par el sufragio: 1ª, nuestras acciones sean hechas en estado de
gracia es decir no en pecado mortal. Las obras buenas de pecadores no son
agradables a Dios en cuanto a satisfacción meritoria; son obras muertas y quién
no está en condiciones de merecer por si mismo no puede ceder el mérito a las
almas. Se exceptúa el sacrificio de la misa cuyo valor no depende de quién la
ofrece sino de Jesús que se ofrece por nosotros y por tanto no pierde su valor
aunque sea encargada y celebrada por un pecador; algunos exceptúan también las
indulgencias que siempre se pueden obtener por las almas del purgatorio. 2ª,
que las obras se hagan con la intención de sufragar a las almas; pudiendo
nosotros obrar con estos fines, nuestras obras, según dice Santo Tomás, ayudan
a los difuntos en razón de la caridad y de la intención. 3º, hacer las obras
bien, con exactitud, con devoción y con fervor. ¿Hay algo imposible en ésto
para todos nosotros? por lo tanto es fácil liberar muchas almas por tu medio,
dice la Virgen y tú ¿qué haces?.
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